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sábado, 4 de mayo de 2013

"El cuerpo no miente" - Alice Miller




"Con bastante frecuencia el cuerpo reacciona con enfermedades al menosprecio constante de sus funciones vitales. Entre éstas se encuentra la lealtad a nuestra verdadera historia. Así pues, este libro trata principalmente del conflicto entre lo que sentimos y sabemos, porque está almacenado en nuestro cuerpo, y lo que nos gustaría sentir para cumplir con las normas morales que muy tempranamente interiorizamos. Sobresale entre otras una norma concreta y por todos conocida, el cuarto mandamiento, que a menudo nos impide experimentar nuestros sentimientos reales, compromiso que pagamos con enfermedades corporales. El libro aporta numerosos ejemplos a esta tesis, pero no narra biografías enteras, sino que se centra principalmente en cómo es la relación de una persona con unos padres que, en el pasado, la maltrataron.

La experiencia me ha enseñado que mi cuerpo es la fuente de toda la información vital que me abrió el camino hacia una mayor autonomía y autoconciencia.  

Sólo cuando admití las emociones que tanto tiempo llevaban encerradas en mi cuerpo y pude sentirlas, fui liberándome poco a poco de mi pasado. Los sentimientos auténticos no pueden forzarse. Están ahí y surgen siempre por algún motivo, aunque éste suela permanecer oculto a nuestra percepción.
No puedo obligarme a querer a mis padres, o siquiera a respetarlos, cuando mi cuerpo se niega a hacerlo por razones que él mismo bien conoce. Sin embargo, cuando trato de cumplir el cuarto mandamiento me estreso, como me ocurre siempre que me exijo a mí misma algo imposible. Bajo este estrés he vivido prácticamente toda mi vida. Traté de crearme sentimientos buenos e intenté ignorar los malos para vivir conforme a la moral y al sistema de valores que yo había aceptado. En realidad, para ser querida como hija. Pero no resultó y, al fin, tuve que reconocer que no podía forzar un amor que no estaba ahí. Por otra parte, aprendí que el sentimiento del amor se produce de manera espontánea, por ejemplo con mis hijos o mis amigos, cuando no lo fuerzo ni trato de acatar las exigencias morales. Surge únicamente cuando me siento libre y estoy abierta a todos mis sentimientos, incluidos los negativos.

Comprender que no puedo manipular mis sentimientos, que no puedo engañarme a mí misma ni a los demás, fue para mí un gran alivio y una liberación. Sólo entonces caí en la cuenta de cuántas personas están a punto de desbaratar sus vidas porque intentan, como hacía yo antes, cumplir con el cuarto mandamiento sin percatarse del precio que sus cuerpos o sus hijos tendrán que pagar. Mientras los hijos se dejen utilizar, uno puede vivir hasta cien años sin reconocer su verdad ni enfermar a causa de su autoengaño.

Claro que, también, a una madre que admita que debido a las carencias su infancia es incapaz, por mucho que se esfuerce, de amar a su hijo, se la tachará de inmoral cuando trate de articular su verdad. Pero yo creo que es precisamente el reconocimiento de sus sentimientos reales, desligados de las exigencias morales, lo que le permitirá ayudarse de verdad a sí misma y a su hijo, y romper el círculo del autoengaño.

Un niño, cuando nace, necesita el amor de sus padres, es decir, necesita que éstos le den su afecto, su atención, su protección, su cariño, sus cuidados y su disposición de comunicarse con él. Equipado para la vida con estas virtudes, el cuerpo conserva un buen recuerdo y, más adelante, el adulto podrá dar a sus hijos el mismo amor. Pero cuando todo esto falta, en el niño del pasado permanece de por vida el anhelo de satisfacer sus primeras funciones vitales; un anhelo que de adulto proyectará sobre otras personas. Por otra parte, cuanto menos amor haya recibido el niño, cuanto más se le haya negado y maltratado con el pretexto de la educación, más dependerá, una vez sea adulto, de sus padres o de figuras sustitutivas, de quienes esperará todo aquello que sus progenitores no le dieron de pequeño. Ésta es la reacción natural del cuerpo. El cuerpo sabe de qué carece, no puede olvidar las privaciones, el agujero está ahí y espera a que sea llenado.

Pero cuanto mayor se es, más difícil es obtener de otros el amor que tiempo atrás uno no recibió de los padres. No obstante, las expectativas no desaparecen con la edad, todo lo contrario. Las proyectaremos sobre otras personas, principalmente sobre nuestros hijos y nietos, a no ser que tomemos conciencia de este mecanismo e intentemos reconocer la realidad de nuestra infancia lo más a fondo posible acabando con la represión y la negación. Entonces descubriremos en nosotros mismos a la persona que puede llenar esas necesidades que desde nuestro nacimiento, o incluso desde antes, esperan a ser satisfechas; podremos darnos a nosotros mismos la atención, el respeto, la comprensión de nuestras emociones, la protección necesaria y el amor incondicional que nuestros padres nos negaron.


Para que eso suceda, necesitamos experimentar el amor hacia ese niño que fuimos; de otra manera, no sabremos dónde está ese amor. Si queremos aprender esto en las terapias, necesitamos dar con personas capaces de aceptarnos tal como somos, de proporcionarnos la protección, el respeto, la simpatía y la compañía que necesitamos para entender cómo hemos sido, cómo somos. Esta experiencia es indispensable para que podamos aceptar el papel que desempeñaron los padres en relación con el niño antes menospreciado. Un terapeuta que se haya propuesto «modelarnos» no puede procurarnos esta experiencia, y tampoco un psicoanalista que haya aprendido que, frente a los traumas de la infancia, uno debe mostrarse neutral e interpretar como fantasías nuestros relatos. No; necesitamos precisamente lo contrario, es decir, un acompañante parcial, que comparta con nosotros el horror y la indignación cuando, paso a paso, nuestras emociones vayan revelándonos (al acompañante y a nosotros mismos) cómo sufrió ese niño y por lo que tuvo que pasar, completamente solo, mientras su alma y su cuerpo luchaban por la vida, esa vida que durante años estuvo en constante peligro. Un acompañante así, al que yo llamo «testigo cómplice», es lo que necesitamos para conocer y ayudar al niño que llevamos dentro, es decir, para entender su lenguaje corporal e interesarnos por sus necesidades, en lugar de ignorarlas, como hemos hecho hasta ahora y como hicieron nuestros padres en el pasado.

Lo que acabo de decir es muy realista. Con un buen acompañante, que sea parcial y no neutral, uno puede encontrar su verdad. Durante el proceso, puede liberarse de sus síntomas, curarse de la depresión y ver cómo aumentan sus ganas de vivir, salir de su estado de agotamiento y sentir que su energía crece en cuanto deje de necesitarla para reprimir su verdad. El cansancio típico de la depresión aparece cada vez que reprimimos nuestras emociones intensas, cuando minimizamos los recuerdos del cuerpo y no queremos prestarles atención.


¿Por qué estas evoluciones positivas se dan más bien poco? ¿Por qué la mayoría de la gente, especialistas incluidos, prefiere creer en el poder de los medicamentos a dejarse guiar por el cuerpo? Es el cuerpo el que sabe con exactitud lo que nos falta, lo que necesitamos, lo que tuvimos que soportar y lo que nos provocaba en nosotros una reacción alérgica. Pero muchas personas prefieren recurrir a los medicamentos, las drogas o el alcohol, con lo que el camino hacia la verdad se les cierra aún más. ¿Por qué? ¿Porque reconocer la verdad duele? Eso es indiscutible. Pero esos dolores son pasajeros y soportables, si se cuenta con una buena compañía. El problema que veo aquí es que falta esa compañía, porque da la impresión de que casi todos los facultativos de la asistencia médica, debido a nuestra moral, tienen grandes dificultades para apoyar al niño en otros tiempos maltratado y reconocer cuáles son las consecuencias de las heridas tempranamente sufridas. Están bajo la influencia del cuarto mandamiento, que nos obliga a honrar a nuestros padres «para que las cosas nos vayan bien y podamos vivir más años».

Es lógico, pues, que dicho mandamiento obstruya la curación de antiguas heridas. Aunque no es de extrañar que hasta ahora nunca se haya hecho una reflexión pública de este hecho. El alcance y el poder de este mandamiento son enormes, porque se alimenta de la unión que hay entre el niño y sus padres. Tampoco los grandes filósofos y escritores se atrevieron jamás a rebelarse contra este mandamiento. A pesar de su dura crítica a la moral cristiana, la familia de Nietzsche se libró de dicha crítica, pues en todo adulto al que en el pasado maltrataron anida el miedo del niño al castigo cada vez que intentaba quejarse del proceder de sus padres. Pero anidará sólo en tanto que éste sea inconsciente; en cuanto el adulto tome conciencia de él, irá desapareciendo progresivamente.

Extracto del  libro "El cuerpo nunca miente"  de Alice Miller (Lemberg, entonces Polonia y actualmente Ucrania, 12 de enero de 1923 – Saint-Rémy-de-Provence, Francia, 12 de abril de 2010) fue una psicóloga conocida por su trabajo en maltrato infantil y sus efectos en la sociedad así como en la vida de los individuos. Nació en Polonia, en el seno de una familia hebrea, pero creció y estudió en Suiza. Obtuvo su doctorado en filosofía, psicología y sociología en 1953 en Basilea. En 1986 Miller fue galardonada con el premio Janusz Korczak por la Liga Antidifamación.

miércoles, 10 de abril de 2013

La raíz de la violencia - Alice Miller




Hace ya varios años que está científicamente comprobado que los efectos devastadores de los traumatismos infligidos a los niños repercuten inevitablemente sobre la sociedad. Esta verdad concierne a cada individuo por separado y debería –si fuese suficientemente conocida– llevar a modificar fundamentalmente nuestra sociedad, y sobre todo a liberarnos del crecimiento ciego de la violencia. Los puntos siguientes ilustrarán esta tesis.
  • Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus necesidades y sus sentimientos. 
  •  Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.


  • Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable.  
  • La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.


  • Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo (toxicomanía, alcoholismo , prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).
  • Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.
  • Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes, psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.


  • Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos, y que ven en el niño a un ser falso , con malos instintos, mentiroso, que agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres. Y como, a pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad .
  • Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a nuevos métodos terapeúticos, que las experiencias traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado las reacciones del niño en el vientre de su madre, han demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la crueldad.
  • Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela su lógica, hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las experiencias traumatizantes salen a la luz.
  • Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación en generación.   
  • Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles, comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse. Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el que estará grabado en ellos.


                     Alice Miller 2008
                     http://alice-miller.com/edito_fr.php?lang=fr&nid=49

La violencia contra los niños va mucho mas allá de la infancia ...




                    
 Artículo relacionado: EL ABUSO INFANTIL

sábado, 2 de febrero de 2013

El abuso infantil


El abuso infantil se presenta cuando un adulto o adulta, una institución o la sociedad en general causa o amenaza con causar daño físico, emocional y psicológico a un niño o niña. Incluye el maltrato físico, emocional, psicológico, sexual, la negligencia y el abandono. Por lo que abordar esta problemática refleja el fracaso de una comunidad, que en general no es consciente o no quiere serlo de la traumatización que produce en la infancia el abuso y el maltrato.

El maltrato y el  abuso infantil es una temática que nos incluye a  todas las personas y a la sociedad en su conjunto, cuya base fundamental es el mal uso del poder que los adultos y  adultas ejercen sobre niños y niñas.

Abordar este drama significa insistir acerca de la traumatización que produce en la infancia el abuso, sobre todo aquello que se invisibiliza, pero que sus efectos larvados generalmente van a estallar en la adultez de las víctimas y probablemente los hijos e hijas de estas víctimas serán quienes paguen las consecuencias.

El maltrato emocional y psicológico está siempre presente en todo tipo de abuso y el daño provocado es proporcional a su invisibilidad y su naturalización. Es fundamental partir del hecho del disbalance de poder y la dependencia que existe entre un adulto y el niño o la niña  para entender el tema del abuso. Un niño, una niña no puede producirle daño alguno a un adulto, pero el adulto sí puede realizar lo que quiere con el niño o la niña debido a la dependencia existente.

La invisibilidad y la  naturalidad radica en el hecho de un sistema de creencias y teorías basadas en la educación tradicional, cuyo objetivo es romper la voluntad de los niños y niñas para convertirlos en seres dóciles y obedientes. Las técnicas para lograrlo están ampliamente detalladas  en los escritos pedagógicos de hace un poco más de dos centurias, escritas para inducir al condicionamiento temprano de la educación para la obediencia.


Alice Miller, en su libro "Por tu  propio bien", detalla en un estudio minucioso esta ideología, que llama "La pedagogía negra", o "los semilleros del odio", y da cuenta de los conceptos educativos en que fueron criados nuestros abuelos y padres, cuyas pautas fundamentales las resume en los siguientes puntos:

*Que los adultos son dueños y amos del niño o la niña dependiente 
*Que deciden como dioses, que es lo justo y lo injusto 
*Que su ira proviene de sus propios conflictos 
*Que el niño o la niña es responsable de ella 
*Que a los padres siempre hay que protegerlos 
*Que los sentimientos vivos de un niño, niña suponen un peligro para el adulto dominante 
*Que al niño hay que "quitarle su voluntad" lo antes posible 
*Que todo hay que hacerlo a una edad muy temprana para que el niño o la niña "no advierta nada y no pueda traicionar al adulto.







Esto se logra a partir de transmitir de generación en generación informaciones e ideas falsas como las siguientes:

*Que el sentimiento del deber engendra amor 
*Que se puede acabar con el odio mediante prohibiciones 
*Que los padres merecen respeto a priori, por ser padres 
*Que los niños y niñas, a priori, no merecen respeto alguno 
*Que la obediencia robustece 
*Que un alto grado de autoestima es perjudicial 
*Que la escasa autoestima conduce al altruismo 
*Que la ternura es perjudicial 
*Que atender las necesidades del niño, la niña es malo 
*Que la severidad y la frialdad constituyen una buena preparación para la vida 
*Que la gratitud fingida es mejor que la ingratitud honesta 
*Que la manera de ser es más importante que el ser 
*Que ni los padres ni Dios sobrevivirán a una afrenta 
*Que el cuerpo es algo sucio y repugnante 
*Que la intensidad de los sentimientos es perjudicial 
*Que los padres son seres inocentes libres de instintos 
*Que los padres siempre tienen razón

Si bien en la época actual no se expresan de manera tan desenfadada como lo hacían los educadores de aquellos años, estas ideas siguen presente de manera más sutil pero no menos eficaz en  el imaginario social.

Jorge Barudy, psiquiatra y terapeuta familiar de origen chileno que padeció la tortura y la cárcel de la dictadura de su País en la Década del 70, al exilarse a Bélgica se decidió al tratamiento e investigación con exilados de todas partes del mundo llegando a las siguientes conclusiones:

  • Primera. La violencia organizada y la tortura es un fenómeno mundial independiente de ideologías, religiones y razas de los que la ejercen.
  • Segunda.  La causa y la intensidad del sufrimiento de muchos de sus pacientes no solo se explicaba por sus experiencias traumáticas de persecución, cárcel, tortura y exilio, sino que además muchos de los sufrimientos de estas personas estaban en relación con abusos cometidos en su infancia. Observando que algunas de las familias que consultaban  funcionaban como verdaderas dictaduras familiares.
Lo que lo llevá a confirmar que en los dos tipos de violencia, la organizada y la familiar, se requieren por lo menos tres grupos de personas, donde la vida está amenazada y los derechos humanos pisoteados:

1º grupo: compuesto por los represores, torturadores, abusadores, maltratadores, etc 

2º grupo: conformado por las víctimas hombres, mujeres, niños y niñas perseguidos, encarcelados, torturados y exilados

3º grupo: constituido por los terceros, los otros, los instigadores, los ideólogos, los cómplices, pero también los pasivos, los indiferentes, los que no quieren saber o los que, sabiéndolo, no hacen nada para oponerse a estas situaciones y/o tratar de contribuir a crear las condiciones para un cambio

Tanto Barudy como Alice Miller coinciden en encontrar las raíces de la violencia organizada y la violencia familiar en el maltrato y el abuso sufrido en la infancia. Cuando la infancia, etapa  fundacional para una posterior salud adulta, es cercenada desde todo punto de vista, victimizada material, emocional, física y sexualmente, los resultados son múltiples y diversos en cuanto al daño psíquico de la criatura humana. Pudiendo preverse las respuestas de acuerdo a las características genéricas de su sexo.

Los factores socioeconómicos, socioculturales y psicosociales se interrelacionan entre sí para dar lugar a la producción y reproducción de relaciones interpersonales violentas, las cuales crecen en el seno de las familias, que funcionan como escuelas de formación de futuros sometimientos y subordinaciones, instalándose las raíces del odio en la construcción de las subjetividades.

  • - Verdaderos "semilleros de odio" son cultivados en estos hogares con estructuras jerárquicas, verticalistas y autoritarias que facilitan el abuso del poder impregnados en las prácticas  de sus miembros. En esta dinámica, se pone énfasis en los deberes de los subordinados y nunca en los derechos, por lo que la infancia crece en una oscura conciencia de sus capacidades y sus derechos.
  • - Se naturaliza y goza de alta estima la corrección mediante el golpe, la humillación, la denigración por parte de la autoridad, de igual manera que el respeto unidireccional de quién la imparte, anulando la posibilidad de defensa de  los más débiles.
  • - El entrenamiento en la obediencia sin crítica, sin la posibilidad de un estímulo reflexivo, anula la percepción del sí mismo, disminuyendo la autoestima y convirtiendo a sus miembros en adeptos incondicionales de la violencia.
  • - El antagonismo de géneros aprendido en la violencia de estos hogares condicionará a los varones a una masculinidad que asocian a la agresión, la conquista y el ejercicio de poder arbitrario con las mujeres y la niñez. La virilidad será expresada por la fuerza que manifiesta  el grito, el golpe, la violación.
  • - No sólo la identificación con la figura paterna lo llevará esas conductas, sino también las ansias de recuperar el poder perdido en la infancia a manos de sus progenitores, cuando los sentimientos de desolación y desamparo lo enfrentaban a la convicción de estar totalmente desprotegido
  • - Reviven ante su mujer y los niños que supuestamente están a su cargo "esa vulnerabilidad de sus primeros años de vida que no consiguen recordar, y sólo entonces, a la vista de esos seres humanos más débiles que ellos, se defienden brutalmente". [1].
  • - El colectivo masculino vela porque así suceda,  hay que demostrar que se es un hombre y para ser hombre se tiene que demostrar que no se es un niño, ni una mujer, ni un homosexual. La inseguridad y precariedad de esta identidad  hace que se busque desesperadamente una seguridad que solo encuentra en el sometimiento de otros seres.

Mientras en los hombres las consecuencias del maltrato vivido en la infancia va a proyectarse hacia afuera, en las mujeres, las graves injusticias y agresiones infligidas en la infancia tendrán otro destino en el futuro, dada la imposibilidad de defenderse y articular su rabia y su dolor.  Estas experiencias no podrán ser integradas en su personalidad y la hostilidad conciente o inconsciente se dirigirá contra sí misma, bien contra su cuerpo (somatizaciones crónicas, dipsomanías, drogadicciones, comer compulsivo o falta de apetito etc.) o hacia quienes consideran parte de ella misma, su descendencia.

"Un niño o niña que haya sido abusado no se convertirá en criminal o mentalmente enfermo si, por lo menos una vez en su vida, encuentra una persona que comprenda que no es el niño o la niña abusado/a e impotente quien está enfermo/a. sino su entorno. Hasta tal punto el conocimiento o la ignorancia de la sociedad (parientes, asistentes sociales, terapeutas, profesores, doctores, psiquiatras, funcionarios, enfermeras) pueden salvar o destrozar una vida".[2]

Los datos de investigaciones internacionales dan cuenta que uno de los principales problemas sociales es el abuso infantil

  • 95% de los abusadores infantiles fueron ellos mismos abusados durante su niñez. 
  • 80% de los que abusan de drogas y alcohol fueron abusados durante su niñez 
  • 80% de los niños que se fugan de sus casas citan al abuso como causa. 
  • 95% de las prostitutas fueron abusadas sexualmente. 
  • 78% de la población en las prisiones fueron también abusados durante su niñez.[3]

Los múltiples efectos del trauma de ser abusado/ a no sólo está en el hecho en sí mismo, sino en la baja autoestima y el pobre concepto que tenga de su persona, que lo deja en estado de vulnerabilidad, favoreciendo el riesgo de seguir siendo abusado con el sentimiento de culpabilidad que estos hechos producen.

Conociendo esto es fundamental que nos concienciemos de que tenemos que comprometernos, utilizando todas nuestras energías y todos nuestros recursos para prevenir, intervenir y tratar el abuso y la negligencia infantil de manera que las futuras generaciones tengan la oportunidad que merecen de lograr su potencial humano.

La agresión de la palabra y la humillación en frases como:"Sos un inútil" o "Nunca vas a llegar a nada", es un ataque al "sí-mismo" que impiden desarrollar su potencial humano y un sentido estable y positivo de quienes son. Por el contrario "esta vez lo has hecho muy bien" o "la próxima vez te saldrá mejor" aumentan la autoestima, sentimiento necesario para prevenir el daño de cualquier tipo de abuso. 


Pautas educativas para la prevención del abuso infantil [4]


1. LOGRAR QUE NIÑOS Y NIÑAS ADQUIERAN SEGURIDAD Y AUTOESTIMA

Hay un ejercicio que los padres y las madres, así como profesores y profesoras deberían hacer : anotar en un papel las veces que han reprendido por equivocaciones o acciones incorrectas. Si al final del día resulta que hubo más reprimenda que estímulos, tendrán que revisar sus métodos educativos. Se logra más estimulando un buen comportamiento que reprendiendo uno inadecuado.

2. EVITAR CUALQUIER AGRESIÓN FÍSICA COMO EL TIRÓN DE PELOS O LA CACHETADA

El castigo físico todavía goza de alta estima en nuestra sociedad utilizado como método para mejorar la conducta, sin embargo al niño o la niña educados en estas pautas le da la percepción de que otros pueden hacer uso de su cuerpo. Y si las personas que deben protegerlo agreden su cuerpo, entonces creerán que también pueden usar a los otros para lo que quieran.

3. MANEJAR COTIDIANAMENTE EL CONCEPTO DE DERECHO

De igual manera como enseñamos la importancia de la higiene para la salud, se debe trabajar los derechos del niño y la niña. Desde muy pequeños se darán cuenta que tienen derechos y no permitirán que el padre, la madre o los hermanos mayores abusen de ellos. Ejercer los derechos en familia es una práctica de respeto y democracia.


ABUSO SEXUAL INFANTIL

Este es un hecho en el cual un adulto, para su propia finalidad sexual, se aprovecha de la búsqueda de afecto y atención que todo niño o niña necesita, sin importarle que le pasa a la criatura.

La sexualidad adulta irrumpe de forma invasiva en el desarrollo psicosexual del niño o la niña sin que pueda resistir al avance del adulto, debido a su falta de conocimiento del significado social y de los efectos psicológicos de los encuentros sexuales. Perturbando la relación del niño o la niña con su cuerpo y el descubrimiento sano de su sexualidad.

Se hace necesario diferenciar entre abuso sexual llevado a cabo por un desconocido en el que generalmente el abusador goza sometiendo a su víctima por la fuerza y el terror, haciéndola sufrir, dónde puede estar presente la violación. Del abuso sexual llevado a cabo por un conocido o familiar donde existe un lazo afectivo al que se llama incesto.

"El factor que determina que el abuso sexual sea considerado como incesto es la violación del vínculo de confianza." [5]

Sabemos que la prevalencia es mayor en los último  caso donde generalmente se inicia un proceso que puede durar años, donde el abusador manipula la confianza y el afecto y el vínculo de  la  criatura realizando hechos que van desde el manoseo de los genitales, obligar a la masturbación, relaciones buco-genitales, hasta la penetración.

A diferencia del abuso físico, donde las experiencias extremas son el dolor, el miedo y la impotencia, las experiencias extremas en el caso de abuso sexual son el goce sexual, la manipulación de los lazos afectivos, un discurso culpabilizante, así como la obligación del silencio y el secreto.


Pautas específicas de prevención del abuso sexual infantil [6]


1. RESPETO POR EL CUERPO

La idea de "mi cuerpo es mi territorio" debe ser un lema para niñas y niños. "Es mi territorio y nadie lo toca sin mi permiso" .

2. IDENTIFICAR LAS PARTES ÍNTIMAS DEL CUERPO

3. RECONOCER DIFERENTES TIPOS DE CARICIAS

Se recomienda enseñarles a niños y niñas:

*Tu cuerpo es tuyo 
*Tienes derecho a decir quién te acaricia y como te acaricia. 
*Si alguien te acaricia de una forma que no te gusta y te hace sentir raro o rara es correcto decir "no" 
*Desconfía si alguien te hace una caricia y te dice que no le cuentes a nadie 
*Si te dicen que mantengas el secreto, no lo aceptes y dí "yo lo voy a decir"

4. APRENDER A DECIR QUE NO

La idea de respeto a las personas mayores no debe confundirse con incondicionalidad hacia ellos, porque puede generar la idea de que los menores están al servicio de los adultos.

5- SABER QUE HAY SECRETOS QUE NO PUEDEN QUEDAR GUARDADOS

Los niños y las niñas deben saber que la mayoría de las personas de su entorno, los aman y los protegen, pero también deben saber que entre esas personas hay algunas que tienen comportamientos abusivos y que a veces quieren jugar con sus partes íntimas y después pedirles que no cuenten nada. Esto se tiene que contar cuantas veces sea necesario hasta que alguien lo ayude.

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1. Alice Miller, "Por tu propio bien, raíces de la violencia en la educación del niño/a", Tusquets Editores, Barcelona, 1992, 2ª edición

2. Miller, Alice."Por tu propio bien", Tusquet Editores. 2ª edición, 1992, Barcelona

3. Fondo Mundial para la Dignidad de niños y niñas.

4. Adaptado de  Susana Galdos Silva, "Mi cuerpo es mi territorio", Pautas de Prevención del abuso sexual hacia los niños y niñas. Movimiento Manuela Ramos, 1995

5. Laura E. Asturias: "El abuso sexual y el incesto", 1995, Guatemala

6. Adaptado de Susana Galdos Silva,  obra citada

Fuente: malostratos.com